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martes, 11 de octubre de 2016

HEIDI: LA VERDADERA MARXISTA

Creo que todos conocemos a Karl Marx o Carlos, como algunos lo llaman en español. Nacido en el año 1818 en el antiguo Reino de Prusia y fallecido en el año de 1883 en Reino Unido, fue un filósofo, periodista, intelectual y militante comunista alemán de origen judío. Popularmente conocido por su obra El Capital y el Manifiesto del Partido Comunista, es estudiado hasta el día de hoy por sus aportes intelectuales y completos análisis sobre los cambios que se desarrollaban en la sociedad durante el momento de la Revolución Industrial. (Eso por decir lo menos.)




Ahora bien, es bastante probable que pocos conozcan a Johanna Spyri, nacida en el año 1827 en un tranquilo pueblito en Suiza y fallecida en el año 1901, es la autora de una de las obras más importantes y queridas en la literatura infantil: Heidi.


¿Qué tienen en común éstas dos personas?

Pues verán, después de varias lecturas al libro de Spyri, en comparación con lo poco que he leído sobre Marx, he llegado a la conclusión de que Heidi, la niña de Spyri, es lo más cercano a lo que el mismo Marx considera un marxista. Sí, Heidi es una verdadera marxista y para ello, decidí ayudarme con un escrito del señor Erich Fromm: Marx y su concepto del hombre.

Vamos por partes: el personaje de Heidi, es una dulce niña huérfana que es enviada por su tía Dora, a vivir con su abuelo en las remotas montañas de los Alpes Suizos. A partir de allí se sostiene el argumento de la historia, la cual se basa en la descripción de la vida en las montañas y cómo la misma choca con la vida en la ciudad (específicamente Frankfurt) a la cual es llevada Heidi más adelante.




¿Pero qué tiene esto que ver con Marx y su concepto del hombre?

“El fin de Marx era la emancipación espiritual del hombre, su liberación de las cadenas del determinismo económico, su restitución a su totalidad humana, el encuentro de una unidad y armonía con sus semejantes y con la naturaleza." (Fromm, 1970: p.15)

A partir de esa cita, empezaremos nuestro análisis de diversos elementos de la novela:

Liberación de las cadenas del determinismo económico


Para Marx, lo que los individuos son depende de las condiciones materiales de producción, es decir, la manera en la que se obtengan las cosas que necesita la gente para vivir, para cubrir sus necesidades. Eso es lo que determinará la organización social y por ende, las ideas e intereses de los mismos. Marx creía que el hombre y la naturaleza eran uno solo, y que la segunda podía ser aprovechada por el hombre sólo para cubrir las necesidades básicas que garantizaran la existencia.

La vida en los Alpes era sumamente sencilla, humilde, sin lujos y con una dinámica bastante parecida a la del día anterior. Así pues, la vida de la pequeña Heidi consiste en despertar con el sol, asearse, ordeñar a las cabras (actividad fundamental antes del desayuno), comer con el abuelito y luego, acompañar a Pedro el cabrero a pastorear a las cabritas en la pradera. El final del día consistía en volver a la cabaña, despedirse de las montañas bañadas en fuego al atardecer, cenar, contarle al abuelo sus aventuras para, finalmente ir a dormir hasta el día siguiente.

Puede parecer monótono, hasta aburrido, pero lo cierto es que a través de esta relación constante con su entorno y la naturaleza, Heidi desarrolla una gran sensibilidad hacia el mundo que la rodea: animales, plantas, montañas, clima y finalmente, las personas con las que comparte el mismo. Claro que, esto es gracias al conocimiento y sensibilidad transmitidas por el abuelo, quien lleva muchos años viviendo como un ermitaño apartado de la aldea y amargado ante la idea de tener que interactuar con la gente del pueblo de Dörfli.




“El trabajo es el factor que constituye la mediación entre el hombre y la naturaleza.” (Fromm, 1970: p.28)

En los Alpes, Heidi, su abuelo y la gran mayoría de los habitantes de Dörfli viven del fruto cotidiano de su trabajo. Un ejemplo claro de esto son las cabras, las cuales son sumamente importantes en la dinámica de la montaña pues, a partir de su leche, se obtiene el queso (una de las comidas principales) y muchos otros derivados que forman parte de la dieta de estos personajes.

Así mismo, las verduras y frutas son cultivadas por los propios consumidores y si bien es cierto que se dan intercambios económicos utilizando dinero, la figura del trueque está muy presente. De esta manera el trabajo también se convierte en un mecanismo de relación con la naturaleza, de la cual se obtiene el alimento para vivir, siempre y cuando no se caiga en la codicia o en la acumulación. (Evitando así la enajenación).

“Las verdaderas necesidades del hombre son aquellas cuya satisfacción es necesaria para la realización de su esencia como ser humano.” (Fromm, 1970: p.73)

En el caso de Heidi, sus necesidades inmediatas en este contexto son comer, salir a jugar y explorar con su amigo Pedro; aprender y preguntar cosas a su abuelo. Heidi tiene una necesidad por conocer su entorno, por lo que ser curiosa es una condición ontológica en ella. La observación y reflexión también son actividades que realiza con frecuencia a pesar de ser tan pequeña, ya que, siente fascinación por el imponente paisaje que la rodea y todo lo que constituye, convirtiéndose lentamente en parte de ella.


Emancipación espiritual del hombre


Transcurridos unos años en las montañas, Heidi se ha convertido en una experta en cuanto a vivir en las mismas. Cada día es un nuevo descubrimiento para ella y por primera vez en su corta vida, siente que tiene un hogar.

La pequeña se encuentra en un estado de plenitud que está ligado no sólo con su entorno sino también con su condición de niña. Ha aprendido a cultivar la compasión y el servicio (hacia sus amigos y familia) al mismo tiempo que ha logrado una personalidad contemplativa.

Un día, la tía Dora regresa a la cabaña de los Alpes para llevarse a Heidi a la ciudad de Frankfurt, en donde ha encontrado trabajo y un buen lugar para Heidi en la casa de los Sesseman, una familia adinerada en la cual la niña será la compañía de Clara, una joven parapléjica y deprimida que casi nunca sale de casa por su delicada salud. Esta oportunidad es planteada por Dora al abuelo como única, ya que le permitirá a Heidi recibir la educación de una señorita de ciudad, aprender a leer y escribir, sin mencionar que también tendrá techo y comida: en pocas palabras, una vida resuelta.

Al principio el abuelo se opone, pero finalmente cede, pues Dora lo convence de que la vida de una ermitaña en los Alpes no es la mejor opción para una niña de diez años. Heidi por su parte decide ir (prácticamente engañada por Dora), con la idea de que pronto volvería a sus queridas montañas y con su amado abuelo.

Una vez en Frankfurt el golpe es bastante duro: una gran ciudad, ruidosa y con mucha gente. Una casa enorme que ahora sería su hogar, muchas normas, etiqueta y deberes con los cuales cumplir hacen sentir a Heidi algo agobiada, pero también es cierto que se hace gran amiga de Clara.




“El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general (…) el ser social determina su conciencia.” (Fromm, 1970)

De esta manera, el nuevo entorno moldea una nueva Heidi, desde su forma de comportarse hasta su propio nombre pues, la institutriz de Clara (la señorita Rotenmeier), se dirige a ella como Adelaida.

Aún así la “pequeña suiza” sigue manteniendo su esencia, aprende a escribir y leer e incluso aprende sobre la religión católica (con ayuda de la abuela de Clara). Se relaciona con Clara hasta el punto de ser como hermanas y el señor Sesseman se encariña tanto con ella que decide adoptarla, pero esto solo significa la renuncia total a su antigua vida de ermitaña.

Heidi ha traído una gran mejora en la salud de su amiga, alegría en la enorme mansión y a cambio, ella ha recibido educación, amistad y amor pero aún así algo le falta. Extraña a su abuelo, a Pedro, las cabritas, pues su vida y su verdadera esencia está en las montañas, con el sol y el viento.

Luego de casi dos años en Frankfurt, entendiendo que no regresaría con su abuelo, Heidi cae enferma, deja de comer y empieza a padecer de sonambulismo, por lo cual, el señor Sesseman habla con su hija y toman la decisión de enviarla nuevamente a su hogar.

Restitución a su totalidad humana


“Las circunstancias hacen al hombre y el hombre a las circunstancias.” (Fromm, 1970: pp. 33-34) 

De esta manera, un nuevo episodio en la vida de Heidi comienza: el regreso al hogar, a su esencia, a su corazón, con todo lo positivo que le ha traído su experiencia en la ciudad, conocimiento y la nueva relación establecida entre la divinidad (católica, en este caso) con la naturaleza.

Las circunstancias han moldeado a Heidi y, de una manera u otra, ella ha moldeado las circunstancias hasta el punto de alcanzar su más profundo anhelo. En este punto de la historia, ha aprendido a amar a sus nuevos amigos de Frankfurt y éstos han alcanzado un amor y reconocimiento hacia Heidi que solo evidencia un sentimiento de igualdad enmarcado en la comprensión y decisión de dejarla ir, con la promesa, claro está, de volverse a encontrar en los Alpes.

“La existencia de lo que amo realmente (…) es sentido por mí como una necesidad, sin la cual mi esencia no puede realizarse, satisfacerse, completarse.” (Fromm, 1970: p.46)




El encuentro con una unidad y armonía con sus semejantes y con la naturaleza


Heidi regresa a los Alpes porque allí está ella, es lo que ama y lo que la hace ser quién es. Vivir en los Alpes es una necesidad, es feliz y es una con su abuelo, Pedro, la abuela de Pedro, su cabritas y ahora podrá compartir con su querida Clara ésta parte de ella y ser más unidas, más iguales. Es un final feliz con una Heidi agradecida con la vida por dejarla volver a las montañas, un abuelo que ha recuperado la confianza en los demás y en Dios gracias al regreso de su amada nieta, Pedro que ha recuperado a su amiga y compañera y una familia en Frankfurt que ha recuperado una hija y ganado otra. 

El final del libro de Spyri es una alusión de que volver a las raíces y a la sencillez, es la respuesta ante las nuevas dinámicas modernas que empezaban a vivirse por aquella época. El regreso a Dios es una metáfora que acompaña el regreso a casa de Heidi, igual que en la parábola del hijo pródigo. De alguna manera, Spyri nos invita a conocer su mundo, su hogar y su origen, al mismo tiempo que hace un  llamado a regresar a lo más esencial del ser humano para alcanzar la verdadera felicidad, aquella capaz de trascender.


 “Y todavía pasaron muchas cosas en la cabaña del abuelo y Heidi fue más feliz que lo que había sido nunca, pues pudo hacer dichosos a los que amaba y habían sido buenos con ella en los días tristes, pero muy útiles, que pasó en la ciudad. Y para Pedro, su abuela y algunos sencillos habitantes de Dörfli, hubo más de una sorpresa en todo lo que aconteció después, y que otro día contaremos si la historia de Heidi os ha gustado.” (Spyri, 1975: pp. 226-227) 



2 comentarios:

  1. Excelente análisis, muestra realmente la verdadera esencia de lo que debe tener el ser humano. Siempre veía los capítulos de Heidi y los amaba, lloraba y me reía. Con esta comparación de la idelogia marxista amo más esta historia de la pequeña y su abuelo y por supuesto a su autora.

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    1. Me alegra mucho que te haya gustado. En efecto, las ideas de Marx con respecto al hombre están dirigidas a volver a la esencia y en realidad es muy hermoso. Heidi también es una obra sumamente bella que plantea lo mismo, pero con la experiencia personalísima de Spyri. Muchas gracias por tu lectura y por tu comentario Ruby y sigamos disfrutando de estas obras maravillosas! :)

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