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domingo, 31 de mayo de 2020

DESAHOGO



Vengo de un lugar lleno de oscuridad.

Estoy en un lugar lleno de oscuridad.

Vivo en un país donde cada día es más normal ver un cadáver en plena calle, ante el paso indiferente de los peatones, de los otros.

Soy una joven como cualquier otra: uso Instagram, Twitter, Facebook. La gran diferencia radica en que no sigo a las bandas de moda, sino a las páginas de sucesos. No veo tutoriales de maquillaje, sino videos de linchamientos.

Voy por la calle no con la tranquilidad de un ciudadano disfrutando de lo público, voy por la calle viendo hacia el suelo, por si una sombra extraña tras de mí, busca interponerse en mi camino.

No camino, troto, con los cinco sentidos activados en caso de que aparezca una bestia salvaje con su arma, queriendo despojarme de lo poco material que tengo y de lo único preciado: mi vida.

Soy estudiante y eso duele. No porque no pueda con la pesada carga de los libros, sino porque todos los días debo enfrentarme a la decisión de darle prioridad al conocimiento o abandonarlo todo por la necesidad de unos cuantos bolívares.

Mi nombre no importa, vivo en Venezuela.

domingo, 24 de mayo de 2020

INSTANTES COTIDIANOS



Digamos que fue hermoso.
Un pequeño momento de complicidad en el cual sus miradas se cruzaron.
Ella disimulando, haciéndole creer que lo que en verdad le interesaba era el título del libro que él leía.
Él, sin disimulo, mirándola fijamente por un instante en el que ella decidió corresponderle.
Después de eso, ambos volvieron a sus lecturas, y allí terminó algo que nunca empezó.

domingo, 17 de mayo de 2020

MELANCOLÍA LLAMAN A ESTE DÍA



Son estos días lluviosos, nublados, hermosos, los que me recuerdan la tristeza que cargo.

Una tristeza melancólica, pero hermosa por lo que representa.

Aquellos que están lejos.
Es en días como este:

lluvioso, nublado, gris y frío, cuando me veo a mí misma abriéndome el pecho, sacándome el corazón y entregándoselo a ustedes.

A los que amo y extraño.

domingo, 10 de mayo de 2020

LOS MARCOS SOCIALES DE LA MEMORIA



Me da miedo pensar -sentir- ese extraño vacío en el estómago.

Cuando ves a alguien que amaste -o creíste amar- hoy. Después de que ha pasado tanto.

Porque te das cuenta -me doy cuenta- de que lo que veía ya no está.
Se fue.
Y me pregunto: ¿Yo y él? ¿Él y yo? ¿Fuimos...?
Porque sé que soy una persona totalmente diferente ahora.
Él... bueno... él quizá no ha cambiado.
Pero ese es justamente el asunto.
Yo cambié.
Y no hay vuelta atrás.

domingo, 3 de mayo de 2020

LÁGRIMAS DE QUINCEAÑERA



Katherine es una muchacha de quince años, tiene cabello largo y oscuro, ojos bonitos y se le da bien el inglés. Va en noveno grado o tercer año de bachillerato, usted escoja como llamarlo.
Como toda chama de su edad, le gustan cosas que a los que estamos más viejos (y amargados, en mi caso) podrían parecernos superfluas: ropa, música, comer helado, hablar de la muy perra de Taylor Swift, que la profesora de geografía la tiene agarrada con ella, etc.
Sí, una chama normal, pero eso sí, muy frustrada.
Después de todo, vive en Venezuela.
Así que, por la misma crisis, Katherine y su familia ya no salen a comer helado tan seguido, no recuerda cuando fue la última vez que le compraron ropa (así que la hereda de sus hermanas), sus artistas favoritos nunca vienen al país y comprarse un pote de Nutella es una fantasía lejana.
Pero estas son cosas triviales.
Katherine ya empieza a pensar qué hará en el futuro: sabe que le gustan los idiomas y también sabe que le gustaría dedicarse a ellos como profesión. Pero también sabe que no lo quiere hacer aquí.

Simplemente no puede concebir esa idea.

Tampoco quiere.
En fin.
Creo que era jueves, miércoles quizás. El reloj marcaba las dos de la tarde y nuestra quinceañera acababa de llegar del liceo. Papá la había ido a buscar, como era su costumbre.
Al cruzar la puerta y entrar a casa, muy seria, se sentó en la mesa del comedor sin decir una sola palabra, lo cual era muy raro.
—¿Cómo te fue, mi amor? –preguntó mamá.

—Bien.

—¿Te pasó algo?

—No.
—Te veo seria…

Pero nuestra joven solo se limitó a ver el teléfono.
Abuela sirvió la comida.
Nadie habló en todo el rato que duró el almuerzo.
Al terminar, Katherine seguía sumamente seria, mirada baja.
Callada.
Su hermana Kara, decidió intervenir.
—¿Qué te pasa?

—Nada.

Hubo una pausa.
—¿Me vas a decir por qué estás tan seria?
Finalmente, Katherine, sin levantar la mirada respondió.
—Astrid se va del país.
Hubo otra pausa. Incómoda, en la cual las lágrimas empezaron a correr por el rostro de nuestra protagonista, mientras su familia solo podía observar.
—¿Ella te lo dijo? –preguntó Kara.

—Sí…

—¿Y a dónde se va?

—A España.
Usted amigo lector, al ser venezolano, seguro entiende muy bien a Katherine. Además, aprovecho para contarle que Astrid y Katherine son amigas de toda la vida.
Así mismo, Astrid no es la primera amiga que se va, ya que hace un año, Andrea se fue a Urugüay y otras tres amigas más se le irán a Katherine antes de que acabe este año.
Yo, como testigo, lo único que puedo decir es que sentí un gran dolor al ver cómo Katherine lloraba, pues allí donde ella estaba -encogida y triste- me reconocí a mí misma en varios momentos del pasado.
Y muy seguramente, del futuro.