-->

lunes, 12 de septiembre de 2016

FEMINISMO CELTA

Hace algunas semanas terminé de leer mi primer libro en inglés.
A pesar de que hubo muchas palabras que no conocía y algunos párrafos se me hacían más complicados que otros, lo disfruté. Muchísimo.

The Wind from Hasting se llama, escrito por Morgan Llywelyn.

Es una novela histórica que trata sobre uno de los episodios determinantes en la unificación de Gran Bretaña como un gran reino y, aunque me encantan las historias relacionadas con el mundo celta y caballeros británicos luchando en campiñas verdes y nubladas, admito que una de las cosas que más me gustó fue el personaje principal, desde el cual es abordada la historia: Edith de Mercia.

Antes de leerlo, no tenía ni la más remota idea de nada sobre todo este tema, o sobre Edith. Lo cierto es que lo encontré hurgando en un puesto de libros de segunda mano y, como quería practicar mi lectura, lo compré.

Resulta que luego de googlear un poco, aprendí que Edith era hija de Aelfgar, Conde de Mercia, uno de los reinos dentro de lo que hoy conocemos como Gran Bretaña, haciendo que el bendito librito me interesara aún más.

Dentro de la novela es descrita como una joven sacada de su hogar para casarse con un completo extraño: Griffith ap Llywelyn, príncipe de Gales. Luego, con el transcurso de la guerra, éste es asesinado y ella es obligada a casarse nuevamente, esta vez con el asesino de su esposo: Harold Goodwinson, convirtiendo a Edith en la Reina consorte de toda Inglaterra. Claro está que, dado que era heredera de uno de los clanes que también tenían partido dentro de estas luchas de unificación, ese matrimonio era una medida para mantener el control sobre el recién unificado reino: tan frágil y volátil a causa de todos aquellos con ambición de ser el rey. El único y legítimo.

Pero más allá de esos conflictos de poder y el hecho de que toda una cultura se vio desplazada y erradicada a causa de la adopción del cristianismo, me gustaría hacer énfasis en la relación entre Edith y Griffith, quien como ya dije, era un príncipe galés, es decir, un celta.


Cuando leemos un poco sobre esta cultura y el papel que jugaban las mujeres en la misma, me atrevo a decir que ser celta era lo más cercano a ser un feminista o al menos, uno verdadero:

En primer lugar, las mujeres celtas eran criadas con la misma libertad que los hombres, se les enseñaba a trabajar para ganarse el sustento, no se les excluía de la educación, por lo que tenían oportunidad de desenvolverse en una profesión y también podían valerse de su rango y fama para desarrollarse como individuos, igual que lo hacían los hombres.
Al tener las mismas oportunidades sin ser discriminadas por su género, se mantenía una condición de igualdad entre hombres y mujeres y también podían desempeñarse en actividades que dentro de nuestra concepción, están destinadas a los hombres. Tal como son las actividades militares. En la historia tenemos el ejemplo de Boudicca, la reina celta que junto a sus hijas y su ejército, se enfrentó a las fuerzas romanas en el año 61 D.C. en rebelión para defender las Islas Británicas. 

Otra actividad era la política, como demuestra la reina guerrera de los irlandeses: Maeve, quien estando casada con el rey Aillis, era la que detentaba la soberanía.


Pero más allá del importante papel que jugaban las mujeres dentro de esta sociedad, algo que me parece súper genial de todo esto es la concepción que se tenía del matrimonio, el cual era un contrato entre dos personas, por lo que, nadie era dueño de nadie. La mujer podía aceptar o rechazar al pretendiente que ella quisiera y, una vez casada, los derechos sobre los bienes comunes eran iguales.
A pesar de que se consideraba al hombre como el jefe del matrimonio, no tenía ninguna autoridad para esclavizar a su esposa y ambos eran compañeros unidos por un mismo vínculo.

Todo esto queda ilustrado en la novela The Wind from Hastings (el libro del que les hablé al principio, ¿recuerdan?).
Si bien es cierto que Edith "debía" casarse con Griffith (pues su propio padre la ofreció como botín), también es cierto que Griffith era un príncipe celta y, la concepción que él manejaba sobre la mujer, distaba mucho de lo que ella había conocido toda su vida.
Más que un objeto, Grifith ve a Edith como su igual, por lo que se toma la molestia de conocer a su futura esposa e incluso, él también se muestra ante ella al mismo tiempo que le presenta una nueva forma de vida en la que, sin importar su condición de mujer, ella tiene voz y voto como esposa y reina de Gales.

Claro que, muchos de los episodios que se muestran en la novela son ficción, pero hay registros históricos en los que se afirma que el verdadero Griffith ap Llywelyn sentía un gran amor por una de las mujeres de su corte y, esa mujer era nada más y nada menos que Edith de Mercia.

Posteriormente, las maneras celtas y el auto-respeto obtenido gracias al reconocimiento como individuo, marcaron la vida de Edith para siempre, hasta el punto que, después de la derrota de Harold, desapareció todo registro de ella y algunos afirman que cambió su identidad para vivir entre los campesinos celtas de Gales, anónimamente y en paz.

De esta manera, la sociedad celta reconoce la mérito-cracia, así como también el linaje y las riquezas que se poseían sin importar género. Al ser tratados como iguales, las mujeres y los hombres tenían las mismas oportunidades y su relación más que de dependencia o superioridad, era una de fraternidad respetuosa entre individuos.

Las mujeres podían ser guerreras, políticas, reinas o simples campesinas en compañía de sus esposos (o no) y creo que eso, es algo de lo que podríamos aprender. Hombres y mujeres por igual.

¿No creen?