domingo, 31 de mayo de 2020

DESAHOGO



Vengo de un lugar lleno de oscuridad.

Estoy en un lugar lleno de oscuridad.

Vivo en un país donde cada día es más normal ver un cadáver en plena calle, ante el paso indiferente de los peatones, de los otros.

Soy una joven como cualquier otra: uso Instagram, Twitter, Facebook. La gran diferencia radica en que no sigo a las bandas de moda, sino a las páginas de sucesos. No veo tutoriales de maquillaje, sino videos de linchamientos.

Voy por la calle no con la tranquilidad de un ciudadano disfrutando de lo público, voy por la calle viendo hacia el suelo, por si una sombra extraña tras de mí, busca interponerse en mi camino.

No camino, troto, con los cinco sentidos activados en caso de que aparezca una bestia salvaje con su arma, queriendo despojarme de lo poco material que tengo y de lo único preciado: mi vida.

Soy estudiante y eso duele. No porque no pueda con la pesada carga de los libros, sino porque todos los días debo enfrentarme a la decisión de darle prioridad al conocimiento o abandonarlo todo por la necesidad de unos cuantos bolívares.

Mi nombre no importa, vivo en Venezuela.

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