Vengo de un lugar lleno
de oscuridad.
Estoy en un lugar lleno de oscuridad.
Vivo en un país donde cada día es más normal ver un cadáver en plena calle, ante el paso indiferente de los peatones, de los otros.
Estoy en un lugar lleno de oscuridad.
Vivo en un país donde cada día es más normal ver un cadáver en plena calle, ante el paso indiferente de los peatones, de los otros.
Soy una joven como cualquier otra: uso
Instagram, Twitter, Facebook. La gran diferencia radica en que no sigo a las
bandas de moda, sino a las páginas de sucesos. No veo tutoriales de maquillaje,
sino videos de linchamientos.
Voy por la calle no con la tranquilidad de un
ciudadano disfrutando de lo público, voy por la calle viendo hacia el suelo,
por si una sombra extraña tras de mí, busca interponerse en mi camino.
No camino, troto, con los cinco sentidos
activados en caso de que aparezca una bestia salvaje con su arma, queriendo
despojarme de lo poco material que tengo y de lo único preciado: mi vida.
Soy estudiante y eso duele. No porque no pueda
con la pesada carga de los libros, sino porque todos los días debo enfrentarme
a la decisión de darle prioridad al conocimiento o abandonarlo todo por la necesidad
de unos cuantos bolívares.
Mi nombre no importa, vivo en Venezuela.
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