Cuando tenía quince años,
todas las tardes me sentaba en la mesa comedor de mi casa, frente a la ventana
y empezaba a escribir en mi diario. Aunque nunca lo vi como una persona, sí lo
veía como una extensión de mí misma, pues allí se encontraban mis pensamientos,
tristezas, inseguridades junto con deseos, alegrías y aspiraciones que nadie
más en este mundo podría comprender. Fue también a mis quince años que escuché
por primera vez el nombre de Anne Frank.
Era una de esas tardes en
las que escribía mientras mi abuela escuchaba la radio encerrada en su cuarto,
cuando salió se acercó a mí y dijo:
—¿Tú conoces El Diario de Anne Frank?
—No…
—¡Lo acaban de decir en la
radio!
—¿Ah, sí?
—¡Sí! Lo escribió una niña
judía durante lo de… esto… de los Nazis…
—¿El Holocausto?
—¡Eso! Cuenta todo lo que
vivió, que se tuvo que esconder. ¡Dijeron en la radio que es bellísimo!
—Ajá…
—¡Hay que leerlo!
—Será…
Honestamente no me importaba
en lo más mínimo.
Un año después me encontraba
sentada en el salón de clases, no había profesor, por lo que todo a mí
alrededor era una locura. Un compañero al que yo admiraba se me acercó, tenía
un libro en la mano.
—¡Épale! ¿Qué más?
—¡Hola! –le respondí viendo
fijamente el libro que llevaba: era la foto de una muchacha en un salón de
clases, me llamó la atención su cabello negro, muy negro.
—¿Qué libro es ese?
Él me lo dio. Anne Frank, Diario.
Recordé inmediatamente lo
que me había dicho mi abuela aquella tarde y repentinamente, sentí curiosidad y
deseo por leer lo que había escrito esa niña.
—¿Me lo prestas cuando lo
termines?
—¡Seguro! Llévatelo, te lo
traje para ofrecértelo.
—¡Gracias!
A partir de ahí, empezó mi
relación con Anne.
Esa noche empecé a leer y me
sentí algo aburrida. No sé si fue porque era joven o me faltaba cultivar el
hábito de la lectura. A veces creo que fue por el hecho de obligarme a leer el
libro, pero la verdad es que al principio se me hizo una lectura tediosa.
Aún así, decidí continuar y
descubrí que había pasajes que me parecían más interesantes que otros. Odiaba
cuando se pegaba a hablar sobre su relación con Peter, me aburría mucho, pero
por otro lado me parecía fascinante que a pesar de estar encerrada día y noche,
seguía estudiando nuevos idiomas y esas cosas. También me gustaba mucho cuando
hablaba de su vida antes de la guerra y sentía una desesperación increíble
cuando trataba de ponerme en su lugar, imaginando que ya no salía más a la
calle.
La verdad es que Anne me
parecía una chica cualquiera a la que le había tocado vivir circunstancias muy
difíciles y hasta cierto punto, me sentía identificada con ella, no por las
circunstancias sino por el hecho de que podía ser ella misma a través de su
diario. Me veía en la honestidad de Anne hacia Kitty, pero sentía envidia
porque sabía que yo nunca podría alcanzar esa profundidad emocional que ella
logró plasmar en esas páginas, pues esa profundidad y madurez sólo se pueden
obtener a través de un gran sufrimiento y una larga reflexión, especialmente
siendo tan joven.
La noche que terminé de leer
no pude dormir. El saber que aquella chica de mi edad había muerto en un campo
de concentración me perturbó mucho, incluso más que todo el diario en sí mismo.
Me sentí estúpida por dar por sentado mi vida en ese momento y agradecida por
no ser Anne, pero al mismo tiempo sumamente triste. Era como si hubiesen matado
a una persona que conocía.
Al día siguiente, llevé el
libro al liceo y se lo devolví al compañero que me lo había prestado.
—¿Qué te pareció? –me
preguntó ansioso.
—Chévere… –contesté
incómoda– Es fuerte.
—¿Sí, verdad? –sonrió él.
Respondí con una sonrisa
igual de incómoda que mi respuesta y volví a sentarme.
Hasta allí llegó todo el
tema con la señorita Frank.
Hace unas semanas mientras
veía televisión, encontré un canal en el que pasaban un documental sobre la
vida y obra de la joven, así que decidí verlo. Muchas celebridades hablaban de
cómo les había cambiado la vida, de que el mundo sería un lugar mejor si
hubiese más personas así y mientras tuve la impresión de que todos querían
apropiarse de Anne, yo me sentí terriblemente mal sin saber por qué.
Esa misma semana publiqué un relato sobre cómo me veo hoy en día, en éste difícil contexto llamado Venezuela del
año 2016. Admito que no era ninguna obra maestra, pero creo que logré transmitir
lo que quería con él y un amigo muy querido me sorprendió diciéndome que lo
había leído.
—¿Qué te pareció? –le
pregunté emocionada.
—Me preocupó un poco.
—¿Por qué?
—Bueno… Es que, me recordó a
Anne Frank.
Quedé en shock.
El deseo del que escribe es
comunicar. Particularmente cuando escribo, quiero que los que me leen sientan
algo parecido a lo que yo siento, pero también deseo que si alguien ha sentido
lo mismo alguna vez, pueda encontrar consuelo en mis palabras, y aunque nunca
en mi vida imaginé que podría transmitirle algo a alguien tan profundo como lo
que logró Anne Frank, de alguna manera lo hice y mi amigo me permitió saberlo.
Hoy, después de darle muchas
vueltas al asunto, he llegado a la conclusión
de que el mundo ha sido, es y será un lugar injusto (muy injusto) y que el
dolor y el sufrimiento son los mejores maestros para el ser humano y a pesar de
que con su diario Anne nos mostró esto, seguimos empeñados en repetir los
errores del pasado, sin importar el contexto socio-histórico en el que nos
desarrollemos. También pienso en esas celebridades que vi en aquel programa y
que estoy segura ignoran mí sufrimiento, el de mis amigos y el de millones de
personas en el resto del mundo que se preguntan cuál es el propósito de tanta
injusticia.
Una vez más, la literatura nos
demuestra cuán importante es a través de su trascendencia en el tiempo, pero
también evidencia no sólo cómo trascienden nuestros sentimientos, sino también
nuestra estupidez.
Finalmente, después de tanto
cuestionarme mí misma, entendí que mi
escritura y parte de lo que soy, hicieron que alguien recordara a Anne Frank,
una joven que sufrió mucho, pero que aún así logró sobrevivir en la historia contra
los horrores perpetrados por sus semejantes y eso me ha hecho entender que más
allá de nuestras diferencias, ella y yo sí tenemos algo en común.
Es increíble lo que el
sufrimiento es capaz de hacer.
Nice one! :D
ResponderEliminar