Japón es fascinante. Lejano, pero
fascinante.
Gracias a la globalización hemos
tenido acceso no sólo a su tecnología, sino también a diversos productos
culturales como el anime, sushi, Hello
Kitty y en el 2020 (Dios mediante) podremos disfrutar de las olimpiadas en
Tokio.
Una de las cosas más hermosas que
nos ha regalado Japón es la literatura, la cual nos habla en detalle de un
mundo de vida totalmente diferente al nuestro, que muchas veces nos cuesta
entender. Por esto mismo, así como estamos rodeados por diversas expresiones de
la cultura japonesa, también tenemos un montón de confusiones y malentendidos
con otras, tal como sucede en el caso de las geishas. Sí, las geishas. Esas
sobrias y hermosas mujeres de coloridos kimonos y cara blanca.
Justamente, si le preguntamos a
alguien en la calle qué es una geisha, lo más probable es que nos responda:
—¡Ah sí! ¡Las putas de Japón!
Entiendo que ese país está lejos y
las geishas cada vez son más escasas, pero aún así considero conveniente hacer
una aclaratoria sobre lo que realmente hacen estas mujeres, pues lo cierto es
que no existe nada más alejado de una geisha que una prostituta.
Mineko Iwasaki, una de las geishas
más prominentes, famosas y exitosas de Japón, escribió un libro llamado Vida
de una Geisha y en el mismo no sólo narra sus memorias, sino que también
brinda una gran cantidad de detalles sobre la vida de estas mujeres, haciendo
énfasis en la disciplina que deben tener como profesionales y artistas y, más
específicamente, sobre el hecho de que una geisha o geiko es una mujer que se
dedica a las artes y al entretenimiento, nunca al acto sexual o carnal.
Pero primero lo primero, repasemos
algo de historia.
Origen
La palabra Geisha se traduce, literalmente como “persona de las artes”.
En un principio, esta profesión era
ejercida tanto por hombres como mujeres y la misma consistía en que este artista
se formara en las artes tradicionales japonesas tales como la danza, la música,
la poesía y la conversación, entre muchas otras.
Fue por los años 1800 que los
geishas masculinos (llamados hōkan o taikomochi) empezaron a declinar,
dándole paso a las onna geisha (literalmente
“geisha mujer”) de convertirse en las únicas artistas y anfitrionas encargadas
de todas estas actividades, haciéndose una práctica común y exclusiva del
género femenino en Japón y afianzándose a lo largo de la historia hasta
nuestros días.
De esta manera, las geishas son
mujeres que inician su entrenamiento a partir de los quince años -o incluso
desde antes- en todo lo que concierne a las artes tradicionales japonesas como
la práctica de instrumentos como el shamisen,
danzas típicas y una de las más importantes, la conversación, la cual es
fundamental en las reuniones que preside la geisha, ya que su papel es el de
ser anfitriona.
Maiko vs. Geiko
Para ser una geisha es necesario un
montón de preparación y trabajo duro y la verdad es que las aprendizas son
llamadas maiko -jóvenes en la primera fase de entrenamiento- mientras que las
geishas ya maduras son llamadas geiko y hay algunas diferencias estéticas que
nos permiten identificar a cada una a simple vista:
Las Maiko son más jóvenes y esa inocencia y alegría se expresa en toda
su apariencia. Los kimonos son mucho
más coloridos, los estampados más vistosos y las mangas mucho más largas. El obi tiene una pesada y larga cola en la
parte posterior y junto a esto, usan un cuello o eri de color rojo, el cual simboliza la vitalidad de la juventud.
Su cabello consiste en un penado
llamado Momoware, que tiene la forma
de un durazno gigante con una llamativa cinta roja en el centro, así mismo, los
accesorios que usan son mucho más llamativos y la cantidad es mayor que la de
una geiko.
Finalmente, el maquillaje consiste
en una capa blanca sobre el rostro y cuello, el labio inferior pintado de rojo
carmín y rubor en las mejillas para acentuar el aire infantil.
Con esta apariencia también hay
diversos compromisos que la aprendiza debe cumplir, tales como continuar con
sus estudios en las artes para convertirse en geiko y permanecer bajo la tutela
de su “hermana mayor”. Así mismo, el contenido de las danzas y demás
expresiones artísticas responderán a su edad y preparación para llevarlas a
cabo.
Por otro lado, las Geiko son aquellas jóvenes que han pasado su etapa de aprendizaje y han superado
diversas pruebas. Se caracterizan por ser artistas maduras, llevando kimonos mucho más sobrios, con algunos
detalles en la falda, mangas más cortas y un obi recogido en la parte trasera.
El nuevo peinado será el shimada-mage, seguirán usando accesorios
para el cabello, llamativos pero en menor cantidad que antes.
El maquillaje también cambia, pues ahora
consistirá en la típica capa blanca en el rostro con ambos labios pintados de
rojo carmín, los cuales simbolizan en paso de la juventud a la madurez.
Junto a su apariencia, ahora la
geiko podrá interpretar nuevas piezas artísticas a las que antes no podía
acceder, también puede decidir si independizarse o seguir viviendo en la okiya -casa de geishas- con el resto de sus compañeras.
No son putas
Uno de los orígenes de este
malentendido, surge después de la Segunda Guerra Mundial en el momento que los
soldados estadounidenses invaden Japón.
Al ser completamente ignorantes de
la cultura nipona, los soldados estadounidenses estaban fascinados por todo lo
nuevo que veían. Para las prostitutas japonesas, esto era una oportunidad así
que, para poder cobrar más por su trabajo, se pintaban la cara de blanco y
lucían kimonos coloridos haciéndose pasar por geishas. De esta manera, los soldados, ignorantes, pensaron que se estaban acostando con una verdadera y
exclusiva geisha, cuando lo cierto es que una verdadera geisha nunca habría
hecho tal cosa, ya que su profesión es la de una artista y su estricto código
de comportamiento simplemente no permitía una cosa como esa.
Así pues, de regreso en los Estados
Unidos, los soldados trajeron la concepción errónea de que las geishas son
mujeres que venden sexo, simples prostitutas con aspectos rebuscados para
hacerse interesantes.
Junto con este malentendido, están
obras que aprovechan lo exótico de las geishas para mezclarlo con la ficción y
de esta manera, lograr que el malentendido sea aún mayor. Tal es el caso del
libro Memorias de una Geisha escrito
por Arthur Golden, en el cual le asigna rituales y comportamientos propios de
las prostitutas para hacer su historia más picante.
No me mal entiendan, el libro sí es
bueno y la historia es conmovedora, además del hecho que el autor hizo un
exhaustivo trabajo de investigación en el cual logró documentar muchos detalles
interesantes de la vida de las geishas para colocarlos en el libro, pero aún
así, pinta a estas artistas como mujeres que se esfuerzan toda su vida para
alcanzar el perfeccionamiento de las artes japonesas tradicionales para
finalmente, hacer recaer su valor en cuánto quiere pagar un tipo por su
virginidad.
Algo absurdo y alejado de la
realidad.
El problema con este tipo de libros
es que la gente no suele investigar más allá, por lo que se quedan con esa
concepción errónea y la reproducen sin siquiera estar seguros. Esto se hace
mucho peor cuando sacan una película (sí, dirigida por Spielberg) en la cual
sigue cometiéndose el mismo error, a partir de lo cual se reproduce (AÚN MÁS)
el estereotipo y el malentendido, condenando a estas profesionales a ser vistas
como simples prostitutas por el resto del mundo.
En su libro, Mineko Iwasaki habla
detalladamente de los rituales y códigos que se siguen cuando una joven se
decide a ser una geisha, y algo que deja muy en claro es que estas profesionales no tienen permitido ningún tipo de contacto sexual con los
hombres.
Si bien es cierto que la mayoría de
sus clientes pertenecen al género masculino, estas mujeres tienen
terminantemente prohibido dejar entrar hombres a la okiya. Además, cuando
quieren tener una relación sentimental, primero deben notificar a la dueña de
la okiya o “madre” para que la misma permita o bendiga esa unión.
A pesar de todo esto (y muchas
cosas más que no da tiempo de mencionar aquí), la reputación de estas mujeres
está bastante arruinada en el mundo, o al menos en cuanto a los estereotipos,
tanto así que en el Miss Universe del año 2009 le llovieron críticas a la
concursante del país nipon, la cual tuvo que cambiar su atuendo típico para no
reforzar o incrementar el malentendido sobre ese aspecto de su cultura, sumado
al hecho de que sentían preocupación por transmitir una idea errónea en cuanto
a este país.
De esta forma, es una lucha para
nuestros amigos de Japón y, personalmente, la razón por la que decidí
informarme sobre la verdad de este tema fue porque me indignaba demasiado
pensar que unas mujeres tan hermosas, serias y tan dedicadas invirtieran tanto
esfuerzo, dinero y habilidad para ser unas simples putas.
Pero en fin, este es nuestro mundo:
uno lleno de malentendidos, gente estúpida y otros más que se quedan con lo
primero que les dicen. Luego estamos otros que nos indignamos con algunas cosas
sin importancia y nos abrimos un blog para escribir sobre ellas.
Eso está bien, especialmente porque
aprender es divertido y compartir lo que se aprende lo es aún más, así que, la
próxima vez que hables de Japón recuerda que es algo más que Pokémon y sumos.
Y las Geishas son más que
maquillaje y kimonos, pero más importante, ¡NO SON PROSTITUTAS!
☺☺☺
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