Hace algunas semanas terminé de
leer mi primer libro en inglés.
A pesar de que hubo muchas
palabras que no conocía y algunos párrafos se me hacían más complicados que
otros, lo disfruté. Muchísimo.
The Wind from Hasting se llama, escrito por Morgan Llywelyn.
Es una novela histórica que trata
sobre uno de los episodios determinantes en la unificación de Gran Bretaña como
un gran reino y, aunque me encantan las historias relacionadas con el mundo
celta y caballeros británicos luchando en campiñas verdes y nubladas, admito
que una de las cosas que más me gustó fue el personaje principal, desde el cual
es abordada la historia: Edith de Mercia.
Antes de leerlo, no tenía ni la más
remota idea de nada sobre todo este tema, o sobre Edith. Lo cierto es que lo
encontré hurgando en un puesto de libros de segunda mano y, como quería
practicar mi lectura, lo compré.
Resulta que luego de googlear un
poco, aprendí que Edith era hija de Aelfgar, Conde de Mercia, uno de los reinos
dentro de lo que hoy conocemos como Gran Bretaña, haciendo que el bendito
librito me interesara aún más.
Dentro de la novela es descrita
como una joven sacada de su hogar para casarse con un completo extraño: Griffith
ap Llywelyn, príncipe de Gales. Luego, con el transcurso de la guerra, éste es
asesinado y ella es obligada a casarse nuevamente, esta vez con el asesino de
su esposo: Harold Goodwinson, convirtiendo a Edith en la Reina consorte de toda
Inglaterra. Claro está que, dado que era heredera de uno de los clanes que
también tenían partido dentro de estas luchas de unificación, ese matrimonio
era una medida para mantener el control sobre el recién unificado reino: tan
frágil y volátil a causa de todos aquellos con ambición de ser el rey. El único
y legítimo.
Pero más allá de esos conflictos
de poder y el hecho de que toda una cultura se vio desplazada y erradicada a
causa de la adopción del cristianismo, me gustaría hacer énfasis en la relación
entre Edith y Griffith, quien como ya dije, era un príncipe galés, es decir, un
celta.
Cuando leemos un poco sobre esta
cultura y el papel que jugaban las mujeres en la misma, me atrevo a decir que
ser celta era lo más cercano a ser un feminista o al menos, uno verdadero:
En primer lugar, las mujeres
celtas eran criadas con la misma libertad que los hombres, se les enseñaba a
trabajar para ganarse el sustento, no se les excluía de la educación, por lo
que tenían oportunidad de desenvolverse en una profesión y también podían
valerse de su rango y fama para desarrollarse como individuos, igual que lo
hacían los hombres.
Al tener las mismas oportunidades
sin ser discriminadas por su género, se mantenía una condición de igualdad
entre hombres y mujeres y también podían
desempeñarse en actividades que dentro de nuestra concepción, están destinadas a
los hombres. Tal como son las actividades militares. En la historia tenemos el ejemplo
de Boudicca, la reina celta que junto a sus hijas y su ejército, se enfrentó a
las fuerzas romanas en el año 61 D.C. en rebelión para defender las Islas
Británicas.
Otra actividad era la política, como demuestra la reina guerrera de
los irlandeses: Maeve, quien estando casada con el rey Aillis, era la que
detentaba la soberanía.
Pero más allá del importante
papel que jugaban las mujeres dentro de esta sociedad, algo que me parece súper
genial de todo esto es la concepción que se tenía del matrimonio, el cual era
un contrato entre dos personas, por lo que, nadie era dueño de nadie. La mujer
podía aceptar o rechazar al pretendiente que ella quisiera y, una vez casada,
los derechos sobre los bienes comunes eran iguales.
A pesar de que se consideraba al
hombre como el jefe del matrimonio, no tenía ninguna autoridad para esclavizar
a su esposa y ambos eran compañeros unidos por un mismo vínculo.
Todo esto queda ilustrado en la
novela The Wind from Hastings (el
libro del que les hablé al principio, ¿recuerdan?).
Si bien es cierto que Edith "debía" casarse con Griffith (pues su propio padre la ofreció como botín), también es
cierto que Griffith era un príncipe celta y, la concepción que él manejaba
sobre la mujer, distaba mucho de lo que ella había conocido toda su vida.
Más que un objeto, Grifith ve a Edith como su igual, por lo que se
toma la molestia de conocer a su futura esposa e incluso, él también se muestra
ante ella al mismo tiempo que le presenta una nueva forma de vida en la que,
sin importar su condición de mujer, ella tiene voz y voto como esposa y reina
de Gales.
Claro que, muchos de los
episodios que se muestran en la novela son ficción, pero hay registros
históricos en los que se afirma que el verdadero Griffith ap Llywelyn sentía un
gran amor por una de las mujeres de su corte y, esa mujer era nada más y nada
menos que Edith de Mercia.
Posteriormente, las maneras
celtas y el auto-respeto obtenido gracias al reconocimiento como individuo,
marcaron la vida de Edith para siempre, hasta el punto que, después de la
derrota de Harold, desapareció todo registro de ella y algunos afirman que
cambió su identidad para vivir entre los campesinos celtas de Gales, anónimamente
y en paz.
De esta manera, la sociedad celta
reconoce la mérito-cracia, así como también el linaje y las riquezas que se
poseían sin importar género. Al ser tratados como iguales, las mujeres y los
hombres tenían las mismas oportunidades y su relación más que de dependencia o
superioridad, era una de fraternidad respetuosa entre individuos.
Las mujeres podían ser
guerreras, políticas, reinas o simples campesinas en compañía de sus esposos (o
no) y creo que eso, es algo de lo que podríamos aprender. Hombres y mujeres por
igual.
¿No creen?