Últimamente la idea del
suicidio ha rondado mucho por mi mente, y en realidad, empieza a verse bastante
tentadora.
Es algo triste, considerando
que solo tengo veintidós años. Pero aún así, siento que no he hecho nada útil
con mi vida.
A veces me pregunto si hay
alguien más que se siente así, o si soy la única…
Ya saben. El típico cliché.
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Una escena repetitiva: la
mesa ovalada del comedor, los mantelitos tejidos (verdes y rojos de navidad,
porque da ladilla cambiarlos). Mi mamá y yo, sentadas en extremos opuestos.
Siempre he comido lento, por
lo que usualmente me quedo sola. Aún así, como poco.
El pescado estaba muy bueno.
Hacía mucho tiempo que no lo probaba, y mi lentitud habitual se sumó al cuidado
que le puse al sacarle las espinas. Es justamente por eso que, aunque lo
disfruto, no soy fan del pescado.
Mi mamá siempre come mucho.
Ignoro por qué se quedó ese
día en la mesa una vez que había terminado. Pero estoy segura que, para hacerme
compañía no era.
—La Virgen de Coromoto está
haciendo procesión por estos lugares…
*Sacar espina.*
—…La reliquia de la Virgen,
quise decir…
*Agarrar carne.*
—…Osea, por aquí por Los
Teques.
*Meter en la boca.*
—¿Con quién hablas, mamá?
–le dijo mi hermana Katherine, que había salido de su cuarto para llevarse los
vasos que quedaban a la cocina.
—A nadie, porque a mí no me
importa lo más mínimo. –pensé.
—Bueno, les estoy comentando
–continuó mi mamá– ¡Es que yo no entiendo!
La señora Luisa, que se
encarga de dirigir el rosario en la iglesia, lo sabía y no me dijo nada ayer en
la mañana.
—¿Y cómo supiste, entonces?
–quiso saber mi hermana.
—Porque me encontré a María
de Los Ángeles en la tarde. ¡Si no es por ella no me entero!
Katherine terminó de recoger
la mesa y después de dejarlo todo en la cocina, se fue a chatear en la sala,
por el WhatsApp.
—De verdad –continuó mi
mamá– ¡No es fácil! ¡Tratar con la gente no es fácil!
Levanté la mirada del plato
y observé fijamente el vasito lleno de agua que tenía delante de mí.
—Nada es fácil, mamá. Ya no.